Mariangel Rojas es una de tantas venezolanas que han pasado de ser productoras del campo a empleada doméstica, soportando la pesada carga de vivir en la crisis venezolana, viuda y con dos hijos a cuestas.
Hace tres años, mientras sufría por la muerte de su esposo debido a un apicadura de abeja, la finca donde vivía y trabajaba fue invadida. Ahora ha debido reinventarse para llevar el sustento a casa.
“Adjudicaron esas tierras a personas ajenas. A los tres días me llaman mis vecinos para preguntar si acaso estoy deforestando la tierra”, cuenta.
Dice que su situación actual es algo que jamás imaginó que viviría. Dice sentirse vulnerable ya a que no tiene, hasta la fecha, respuesta por parte del Estado sobre la adjudicación. Afirma que en sus 10 años de matrimonio siempre contó con estabilidad económica.
“Siempre tuvimos estabilidad económica y la posibilidad de trabajar la apicultura. Nunca imaginé sentirme tan vulnerable por un sistema que me ha atropellado”, confiesa.
