En las cercanías del Puente Internacional McAllen, que separa esta ciudad de la ciudad Reynosa en México, hay campamentos improvisados de migrantes que provienen de Honduras, Guatemala, Nicaragua, México, Panamá y Venezuela.
“Tengo dos meses esperando a que nos den permiso para entrar a Estados Unidos, un pastor nos ayuda. Vine con mi esposa y un hijo”, contó un migrante hondureño.
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En estos espacios las personas pasan el día intentando hacer algo útil por sus propios compañeros, algunos se dedican a orar mientras esperan por la buena noticia.
Un joven proveniente del estado de Guerrero en México, aseguró que le ha tocado pagar hotel porque en los asilos cercanos ya no hay espacio. “No podemos regresar porque los grupos delictivos se quieren apoderar de terrenos que son de familias de nosotros”, relató.
Atravesar el río pese a los riesgos
Por la frontera del Valle del Río Grande en Texas, son cada vez más quienes se arriesgan a cruzar de manera ilegal al país norteamericano y el número de venezolanos que se ha atrevido a hacerlo asciende a diario.
En octubre de 2020 se contabilizaron 115 venezolanos cruzando la frontera y para mayo de 2021 la cifra alcanza a los 6.500. Se estima que más de 16.800 venezolanos han llegado a Estados Unidos de manera ilegal.
Algunos de ellos se entregan a la policía fronteriza y pasan a estar en centros de detención en los que pueden esperar un tiempo indeterminado para volver a ser libres y empezar su proceso de documentación.
#DocumentalVPItv | A pesar de las difíciles circunstancias que viven los migrantes para llegar a EE.UU., estos ven la luz cuando logran reencontrarse con sus familiares. #29Jun
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— VPItv (@VPITV) June 29, 2021
La espera por el reencuentro se hace larga y es conmovedora, hay quienes tienen muchos años sin ver a sus familiares y solo desean poder volver a darse un anhelado abrazo.
“El paso fue difícil es peligroso, aconsejo que no lo hagan. Me perdí, pensé que no íbamos a llegar. Gracias a Dios mis compañeros y yo logramos llegar a salvo. Mis hermanas están aquí, son abogadas mayores de 60 años y vine a trabajar con ellas”, relató una venezolana en la sala de espera de un centro de detención.
