Los venezolanos estamos acostumbrados a trabajar, no a pasar hambre

“Me quería quitar la vida porque ya no consigo mis medicamentos, principalmente, las pastillas para dormir”.

El angustiante testimonio corresponde a una dama octogenaria, quien se identificó como María, a secas, al ser abordada este miércoles por el equipo de Prensa Unidad Venezuela, en una de las extensas colas que se forman ante el Centro Plaza, en la urbanización Los Palos Grandes, como muestra del esfuerzo colosal que a diario hacen los consumidores para poder adquirir alimentos de primera necesidad o fármacos.

“Necesito Bromaxepan o Lexotanil o Eutirox. Una doctora me entregó una caja y tengo que partir por la mitad las píldoras. Además, estoy aquí desde las 8 de la mañana esperando para ver qué consigo para alimentarme, pues he bajado 10 kilos de peso por lo poco que como”, reveló la anciana.

A la hora de señalar culpables, la Sra. María no titubeó: “Nicolás Maduro aspira a que nos muramos todos los de la oposición para él quedarse con el país. Es más: no quiere que se solicite ayuda humanitaria porque eso desacredita a su gobierno”, dijo con mirada lánguida esta abuelita por el caos que la agobia.

Muy cerca del mall chacaoense, Judith Castellanos, una mujer de mediana edad, domiciliada en Petare, fue partícipe del lentísimo tránsito de las personas – como en procesión -, desde las 5 de la mañana, cuando arribó al lugar adyacente a la avenida Francisco de Miranda.

“No pude conseguir hoy comida, solo pasta dental. Tendré que conformarme con yuca, papa o plátano, que es lo único que medio puedo darle a mis cuatro hijos. Y es que no se ubica nada, ni siquiera pañales. De paso, lo poco que se logra encontrar está muy caro: hay buhoneros que te venden una Harina Pan en 2.000-2.200 bolívares. Tampoco podemos lavar porque no hay jabón”, describió apesadumbrada.

“Los venezolanos estamos acostumbrados a trabajar, no a pasar hambre. Es triste que si logras alimentarte hoy, no sepas qué vas a comer mañana. No nos sentimos humillados sino ‘requete’ humillados por esta decadencia”, se lamentó, en medio de una crisis de la cual no se tiene memoria.

Afirmó desconfiar de la eficiencia que pueda alcanzar la recién creada Gran Misión de Abastecimiento Soberano y Seguro: “tendremos que esperar, pero yo no creo que se solucione tanta desgracia, porque son demasiados quienes no tienen comida en casa”.

“En Venezuela lo teníamos todo, éramos ricos y no lo sabíamos. Tenía que pasar esta tragedia para valorar a nuestro país, y el que maneja la nación no nos está viendo a nosotros”, señaló con amargura.

En paralelo, Jennifer, de 22 años, hacía cola con su hija de apenas 8 meses de nacida. Y si bien la prole no es una carga para cualquier madre, sí lo es la desesperanza.

“Me siento mal. No tengo leche para mi pequeña, le doy tetero con crema de arroz o Lactovisoy, o le doy lo que consiga, aunque eso no llena. Llegué aquí a las 8 de la mañana; he venido a las 5 am, aunque, cuando avanzas al frente de la cola, a veces te quedas con las manos vacías… Bueno, ¡solo verduras! En ocasiones tengo que aguardar que me atiendan hasta en tres establecimientos, dónde se halle algo”, indicó, comentando, de paso, que vive del salario de su esposo.

Y un “Venezuela ya no es la mismo” salió, finalmente, de los labios de esta fémina olvidada, como el pueblo en sí, por sus gobernantes.
 
​Nota de Prensa.

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