Informe de Cáritas: “La desnutrición se instaló lentamente a la vista de todos”

Luisa Panagua.- Para la nutricionista Susana Raffalli es claro: La desnutrición en el país no es un fenómeno reciente. Es un mal que se denunció desde hace varios años por diferentes organizaciones. Sin embargo, no hubo respuestas realistas ni efectivas al mismo.

“La desnutrición se instaló lentamente a la vista de todos”, afirmó la experta en  seguridad alimentaria en emergencias y desastres, situación que reafirma la responsabilidad de quienes deben promover políticas que satisfagan las necesidades nutricionales de los venezolanos, especialmente de los más vulnerables: los niños.

Y es que la politización del hambre y los subsidios universales sin criterios sanitarios y nutricionales, agravaron en dos años la escasez de comida que padecen los venezolanos desde hace media década, ya sea por el desabastecimiento que alcanzó el 40 % durante el desarrollo del estudio o por la inflación que situó estos productos en hasta un 900 o 1000 % de aumento.

La vida hipotecada

Entre los pequeños participantes del estudio se observó que de cada 100, 20 presentan retardo en el crecimiento. El dramatismo de este problema lo resume Raffalli en una frase: “De ese estado no se retorna”.

Incluso, hay niños que presentan bajo peso desde el momento de su nacimiento. “Vienen con la vida hipotecada”, sentenció la experta. De hecho, denunció que en los centros hospitalarios ya no se coloca “bajo peso al nacer”, puesto que es “normal” que nazcan bebés con un peso menor a 2,5 kilos. De hecho, Cáritas registró un 11 % global, aunque en Zulia alcanzó el 13,3 %.

Destacó que la observación de los niños y sus familias se realizó durante un proyecto de sobrevivencia infantil a cargo de Cáritas Venezuela aplicado en parroquias del Distrito Capital y los estados Vargas, Miranda y Zulia.

El objetivo era reconocer los casos más graves de desnutrición aguda (de reciente aparición) y crónica (con más de dos años) en infantes y ofrecer una atención oportuna, a ellos y sus familias.

Esto les permitió detectar que el grupo etario más afectado por la desnutrición aguda es el de los menores dos años cuya prevalencia es de 36,4 % frente al 7,7 en pequeños de dos a cinco años, especialmente entre los varones.

En cuanto a la desnutrición crónica, la proporción de niñas afectadas es mayor y, de manera global alcanza el 18,4 %. De los cuales, el 6,7 es severa.

“Con los datos que recolectamos se puede decretar la emergencia en salud”, indicó Raffalli. Y lo sustenta con lo siguiente: En el estado Vargas la malnutrición sobrepasó la línea de alarma y los casos del estado Zulia lo impulsan hasta tocar esta referencia. En el Distrito Capital y Miranda no se alcanzó el mismo nivel, pero están a puntos porcentuales de la línea de alarma.

La experta aclaró que, aunque el informe no tiene valor muestral ni estadístico ya que se trata de un estudio centinela, es decir, que busca conocer la proporción de personas afectadas en un grupo específicos, los datos obtenidos evidencian ciertas tendencias que alertan sobre el estado nutricional de los niños en el país.

También se detectó que la zona con mayor número de casos y formas graves de desnutrición crónica fue el estado Zulia. Aunque en el informe no se determinan las causas, se puede inferir que el desplazamiento de personas por los conflictos armados, la alta tasa de población indígena y el deterioro de la actividad agrícola, contribuyeron en el empeoramiento del problema.

El sobrepeso y la anemia

La otra cara de la moneda de un niño malnutrido es el sobrepeso. Casi 16 niños menores de 5 años de cada 100 presentaron un peso mayor al correspondiente para su edad y constitución.

A simple vista, el sobrepeso puede disfrazar deficiencias nutricionales. Solo en el estado Zulia se registraron exámenes de laboratorio y no para todos los niños. Sin embargo, entre aquellos a quienes se les determinó nivel de hemoglobina, 21 % presentaron anemia leve y 79 % moderada. No hubo casos de anemia grave.

Solo comen yuca, maíz, queso y dulces

A pesar de que el objetivo del estudio de Cáritas no era identificar todas las causas de la desnutrición, era importante conocer hasta qué punto la dieta era inadecuada y hasta dónde llegaba la falta de diversidad nutricional para poderles ofrecer una atención más personalizada.

Los estados Zulia y Vargas, justo los que presentaron mayores niveles de desnutrición, también fueron los que arrojaron menor consumo de todos los grupos de alimentos. En Miranda y Distrito Capital se observó una mayor diversidad nutricional, pero lejos de ser adecuada.

De hecho, solo en 50 % de los hogares se comen carnes, pescados, huevos, granos, vegetales y frutas. Y la dieta de la gran mayoría, más del 50 %, se basa principalmente en tubérculos (yuca, ocumo, ñame, etc.), cereales (maíz y pan), azúcar y queso.

Implicaciones familiares, económicas y sociales del hambre

Rafalli explicó que también profundizaron en las estrategias de supervivencia, es decir, aquellas acciones que realiza la familia para enfrentar la inseguridad alimentaria.

Hasta un 71 % de los grupos familiares tuvo que deteriorar su alimentación por la escasez, el desabastecimiento y los altos precios de la comida. Hasta un 61 % cambió sus hábitos de adquisición y compra de alimentos, por ejemplo, las largas colas, el transitar de comercio en comercio, el visitar lugares cada vez más lejano de su hogar para adquirirlos.

Otro número impactante es que hasta un 80 % dejó de comer al menos una comida. De hecho, lo más dramático para la experta es que quienes dejan de comer son las mujeres y la tercera edad para darle a los niños sus raciones. 48 % expresaron que pasan el día sin comer.

Un 31 % de las familias tuvieron que deshacerse de bienes, incluso productivos, para poder sustentarse. Muchos vendieron objetos como bombonas, carros, muebles de la casa y hasta las herramientas con las que trabajan. También un 31 % de los grupos se desmembraron para enfrentar el hambre, al enviar a los miembros más vulnerables a otros lugares donde puedan alimentarse mejor.

Un dato que impresionó a Raffalli, es que la gran mayoría de los encuestados extrañan las arepas, un alimento que forma parte de la idiosincrasia del venezolano, por lo que la escasez y la inflación afectan incluso el sentido identitario de quienes la padecen.

El “hambre” y los “nervios” como enfermedad

Otro dato que también manejó el informe de Cáritas es el reporte de afecciones a la salud. Se basó en el testimonio de los encuestados y no sobre diagnósticos médicos. 39 % de los niños informaron sobre problemas respiratorios, 21 % gastrointestinales y 19 % escabiosis. Un 3 % dijo padecer “hambre”.

Entre los adultos los reportes fueron parecidos. 28 % problemas respiratorios, 20 % gastrointestinales y 17 % de hipertensión. Un 11 % expresó tener un sentimiento de “calamidad” o de estar “enfermo de los nervios”. También 6 % señaló que padecía de hambre, como una enfermedad.

Hay tiempo para revertirlo, pero no es mucho

Janeth Márquez, directora de Cáritas Venezuela, resaltó que con el informe no se busca crear conflictos con instituciones, sino abordar el problema de la forma más efectiva posible.

De hecho, la organización que dirige cuenta con un protocolo de atención que incluye jornadas de alimentación, entrega de medicinas a niños y sus familias así como charlas informativas durante tres meses. La idea es recuperar a los niños proporcionándoles los nutrientes que requieren.

Para esto, Cáritas se apoya en la organización e infraestructura de la iglesia católica, y también con el apoyo de voluntarios, entre los que se cuentan médicos y enfermeras, así como jóvenes que fungen como animadores y monitores. También cuentan con el apoyo de sacerdotes y religiosas.

Pero para Márquez, esto no es suficiente. Es necesaria una atención global y el establecimiento de políticas públicas de atención a los más vulnerables que permitan revertir esta tendencia. Aún hay tiempo, pero no es mucho.

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