La pandemia del coronavirus SARS-COV-2 no solo ha afectado la normalidad de la economía mundial, sino que también ha generado pequeños disturbios en las arcas administrativas del Vaticano.
Lo que iba a ser una campaña anual de recaudación de fondos entre los católicos de todo el mundo para ayudar al desempeño de la Iglesia, tuvo que ser pospuesto ante la pandemia que ha obligado a que miles de ciudadanos deban apostar al confinamiento y la cuarentena para no contagiarse.
Medios italianos aseguran que la crisis sanitaria ha “hecho estragos” en las finanzas del Vaticano, por lo que los administradores religiosos han tenido que acudir a fondos de reserva e implementar medidas de control de gastos.
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Asimismo, en una reunión de emergencia, los altos cargos de la Iglesia decidieron congelar las promociones y contrataciones, prohibieron las horas de extras de trabajo, los viajes y los grandes trabajos.
El aplazamiento del Denario u Óbolo de San Pedro (las donaciones de las diócesis y cristianos católicos del mundo entero al Papa de Roma) por más de tres meses hasta la primera semana de octubre ocurre en un momento particularmente difícil, cuando otros ingresos, principalmente de los museos del Vaticano, se han reducido a casi nada.
Por otra parte, en una reciente misiva, se instruyó a los diferentes jefes de departamentos que quedaba “totalmente prohibido” despedir a trabajadores, como parte de la “política del Papa”.