Créditos: Ruth Laverde
Todo comenzó horis noctis del pasado jueves del año 786 del calendario Juliano inicio desde la fundación de la Gloriosa Roma cuando fue detenido el sospechoso Jesús de Nazaret de 33 años de edad, quien fue acusado por seditio y autoproclamarse Rey de los Judíos.
Según informaron las autoridades del Templo de Salomón de Jerusalén, una patrulla conformada por magistratus del Sanedrín, representantes de los sacerdotes, fariseos y oficiales romanos, se trasladó al Huerto de Los Olivos en El Valle del Cedrón, en Getsemaní, donde se llevó a cabo el prendimiento del también llamado Galileo.
Trascendió que Jesús de Nazaret había ido al huerto a orar en compañía de quienes se identifican como sus Discípulos luego de celebrar con ellos una Cena donde participó incluso uno de esos mismos Discípulos, un tal Judas Iscariote. Al parecer fue gracias a este mismo Judas Iscariote que identificó al suspectum dándole un beso en la mejilla, que las autoridades del Templo lograron apresar a Jesús de Nazaret; aunque la verdad no se sabe el porqué de esta singular identificación, dado que todo el Sanedrín, todo el pueblo Judío y todo Romano de la Provincia de Judea, conocían al sospechoso.
“Perdónalos…no saben lo que hacen”
Durante el prendimiento del Galileo, uno de sus seguidores conocido como Simón Pedro (el mismo que según noticias no oficiales luego negaría al Nazareno para no correr su suerte), supuestamente sacó una filosa espada y de un tajo, le cortó la oreja a Malco, servidor de Caifás, sumo sacerdote del Templo. Testigos aseguraron que Jesús de Nazaret reprendió a su Discípulo duramente y que incluso, en un acto “mágico”, no sólo curó al desgraciado y dolorido Malco, sino que ¡restauró su oreja! Hay quienes aseguran que no hubo magia, sólo un milagro del Hijo de Dios.
Fue una semana larga, donde el Sanedrín quiso que Herodes o Poncio Pilato, Praefectus de la Provincia de Judea, cargaran con la responsabilidad de enjuiciar al Nazareno. Pilatos se lavó las manos y no quiso hacerse responsable porque en una consulta pública de clemencia, el pueblo judío decidió liberar a un violento delincuente conocido como Barrabás en vez de a Jesús. Ahora, ahí montado en la Cruz sobre el Gólgota, flanqueado por dos criminales comunes, sangrante su costado por una herida de lanza que le infligiera el centurión Longinos, y con una corona de espinas como culmen de torturas y burlas, está Jesús de Nazaret, bajo un cielo gris y feroz, que soltó aullidos y lluvia copiosa mientras la tierra se estremecía furiosa, haciendo huir a quienes antes con sentimientos encontrados, observaban el trágico hecho.
Testifican algunos que en su agonía, Jesús de Nazaret dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Tres días después de haber sido crucificado y muerto, las autoridades romanas y del sanedrín dieron a conocer la noticia de que Jesús de Nazaret ¡desapareció de su tumba! Los seguidores de Jesús de Nazaret aseguran que se trata del Milagro de la Resurrección del Hijo de Dios, mientras que los incrédulos, denuncian el presunto robo del cuerpo. Sea como fuere, acongojados, los judíos se preguntan si no habrán cometido el peor error de sus vidas al crucificar a este Nazareno que aseguraba ser su Rey y el auténtico Hijo de Dios.
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Este artículo, correspondiente a un concurso interno de redacción entre los periodistas de VPITV, propuesto e impulsado por la directiva de nuestro canal de televisión con motivo de la Semana Santa, fue escrito por Ruth Laverde, reportera del estado Carabobo y ganadora del evento.
El trabajo en cuestión recrea, de manera periodística, las últimas horas de lo que fue la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, en honor a la Semana mayor.
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