La crisis venezolana agudiza los problemas generales y particulares de los venezolanos, y Omaira Terán no es la excepción, lamentablemente. Desde hace varios años le hace frente a una cardiopatía congénita que sufre su hijo Reyberth Alejandro.
Pese a tener ocho años, Omaira no comprende cómo la enfermedad de su hijo no fue diagnosticada al momento de su nacimiento o incluso durante su etapa de gestación.
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Tras varias gestiones, Reyberth y su mamá lograron viajar en el convenio Cuba-Venezuela para hacerle la cirugía y tratar la enfermedad, que impide el bombeo de sangre hacia los pulmones y así permitir el correcto flujo de oxígeno a los pulmones.
Omaira contó que Reyberth recibió la cirugía y se recuperó en dos meses del procedimiento. Sin embargo, ahora necesita que le sea colocado un tubo valvular, pero las opciones dentro de Venezuela son escasas, por no decir nulas. La alternativa está fuera de las fronteras.
“La última vez me dijo que sentía que se iba a morir porque no respiraba bien y que se ahogaba. Sentí que el mundo se me vino abajo porque fue la primera vez que me habló así. Para uno como padre es demasiado difícil vivir esto”, cuenta Omaira, quien hace énfasis en un posible paro respiratorio de no operarse pronto.
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Hasta 40.000 dólares cuesta la cirugía en Venezuela. Al no estar abierto el convenio con la isla, Brasil, Colombia o España son las opciones para que Reyberth pueda recibir la válvula. En el primer país la suma asciende a los 65.000 dólares. La familia aún espera presupuesto de un centro de Bogotá, pero indican desde allí que se requiere de un cateterismo para tener un cuadro clínico más reciente.
La familia colinda entre la paciencia y la desesperación debido a los ataques de hipoxia (insuficiencia de oxígeno en el cerebro) y cefalea (dolores de cabeza).
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