Blanca Andrade reside en el municipio Valera del estado Trujillo. Vive con su mamá, quien es invidente y no camina. La atiende y se encarga de ella a pesar de que su propia salud empeora por un cáncer de seno que actualmente está avanzando.
La mujer dice que en un principio ignoró un nódulo que tiempo atrás percibió. Su hija, quien está fuera de Venezuela, le pidió para entonces que fuese al médico para obtener un diagnóstico temprano. Aún tiene los tumores tras no contar con los recursos o algún apoyo para someterse a cirugía.
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Cinco tumores en el seno derecho son parte de un delicado cuadro clínico que empeora con el paso del tiempo. Actualmente no labora. Su hija la apoya desde el exterior con la escasa remesa que puede enviarle, o lo poco que devengan los hombres de la casa. Nada es suficiente para cubrir la totalidad de su tratamiento.
El silencio es su muleta, y su confidente
Al no poder contar con la pronta operación que requiere, Blanca dice que pasa los días lidiando con el dolor a solas, en silencio. Mientras tanto, la fe en Dios y los santos es el único refugio en el que espera lo más paciente que puede por su operación. Dice ser fuerte de espíritu.
Y desde el techo que la fe en Dios le provee, dice que su precaria condición socioeconómica es uno de los mayores impedimentos para contar con los recursos para entrar a quirófano, al tiempo que espera que los nódulos desaparezcan para poder someterse a la cirugía.
En ocasiones ha requerido ser hospitalizada. Sin embargo, el cuidado de su madre es la razón por la que no se permite el quedar en un centro de salud. Dice que no cuenta con muchos familiares, y lo que pide, además, es ayuda para atender a su madre.
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