La pandemia del nuevo coronavirus SARS-Cov-2, que ocasiona la enfermedad del Covid-19, se ha caracterizado por surgir en una época donde las comunicaciones y la información viajan a la velocidad de la luz, donde el mundo entero está al alcance virtual de un teléfono inteligente.
Aunque la hipótesis mayormente aceptada por la comunidad científica es que el virus fue transmitido desde un murciélago, pasando por un pangolín (especie de armadillo) y posteriormente llegando a los humanos mediante el contacto o consumo de la carne de un animal infectado en un mercado de animales vivos en Wuhan, China, en diciembre del año pasado, muchas han sido las acusasiones y teorías de conspiración que han salido de EEUU y China sobre el verdadero origen del coronavirus.
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El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, afirmó tener “una enorme cantidad de pruebas” de que el virus salió de un laboratorio en Wuhan, donde fue detectado por primera vez a finales de 2019, específicamente en el Instituto de Virología, donde se estudian algunos de los patógenos más peligrosos del mundo. La Organización Mundial de la Salud rápidamente desestimó estas acusaciones tildandolas de “especulativas”, debido a la falta de pruebas.
El director del instituto, Yuan Zhiming, desmintió categóricamente esta teoría, argumentando que allí se estudian las enfermedades virales. Un estudio, publicado en febrero en una revista científica, concluye que la secuencia del genoma del nuevo coronavirus es similar en un 80% a la del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo, por sus siglas en inglés) que dejó 774 muertos en el mundo en 2002-2003, y en un 96% al coronavirus del murciélago.
El instituto posee la colección más grande de cepas de virus en Asia, con 1.500 especímenes diferentes, según su portal internet. También, tiene un laboratorio de alta seguridad denominado P4 (patógeno de clase 4 – los más peligrosos).
En el mundo existen solo treinta laboratorios P4, siendo abierto el de Wuhan en 2018, en colaboración con Francia, para tener la capacidad de reaccionar rápidamente a la aparición de enfermedades infecciosas.
En una entrevista a la revista Scientific American, la investigadora Shi Zhengli, una de las principales virólogas chinas y vicedirectora del P4, afirmó que la secuencia del genoma del SARS-CoV-2 no correspondía con ninguno de los coronavirus de murciélagos estudiados en su instituto.
China apunta al hecho de que ninguna prueba sostiene la hipótesis de una fuga del Instituto de Virología de Wuhan, a pesar de que las autoridades chinas censuraron las primeras advertencias sobre la aparición del virus, que empezó a llamar la atención de la comunidad médica luego de la muerte del Dr. Li Wenliang, quien contrajo la enfermedad luego de tratar pacientes con síntomas parecidos al del SARS.
El médico advirtió a sus colegas sobre la aparición de la nueva enfermedad, lo que generó la visita de la policía a su residencia para que firmara una carta de la Oficina de Seguridad Pública, donde lo acusaban de “hacer comentarios falsos que perturbaban severamente el orden social”.
Por otro lado, ninguna prueba formal muestra que la enfermedad provino originalmente del mercado mencionado anteriormente, ya que un estudio chino, publicado en la revista The Lancet en enero, indicó que el primer enfermo conocido de covid-19 no tenía ningún vínculo con ese mercado.
Otra respuesta de China antes estas acusaciones del gobierno estadounidense, fue la idea expresada en un tweet del vocero del ministerio de asuntos exteriores, Zhao Lijian, quien escribió que “es posible que militares estadounidenses hayan traido el virus a Wuhan” lo generó otra ola de teorías, debido a que personal militar estadounidense participó en los Juegos Mundiales Militares en Wuhan en octubre del año pasado.
Mientras tanto, los conspiranoicos
En el otro polo de las discusiones sobre el origen del virus están las infaltables teorías de conspiración, muchas de las cuales aseguran, entre otras cosas, que el SARS-CoV-2 fue fabricado como una medida para disminuir la sobrepoblación mundial, o que fue hecho deliberadamente por Bill Gates.
Esta última suposición se basó en un principio con la viralización del video de una conferencia que ofreció Gates en el 2015, donde aseguró que “el mayor riesgo que corre la humanidad no es una guerra nuclear, sino la aparición de un virus muy infeccioso que podría acabar con la vida de millones de personas”.
Con la evolución de las especulaciones, al creador de Microsoft se le acusa de estar relacionado la enfermedad en tres aristas: creador del virus, inversionista principal de la creación de la vacuna e intenciones ocultas sobre el control de la población mediante la misma, esto según un análisis del New York Times.
El Times citó los datos de una empresa de análisis de medios y detalló que en ese estudio se encontraron más de 16.000 publicaciones en Facebook sobre Gates y el Covid-19, cuestión que generó 900.000 me gusta y comentarios. Además, los 10 vídeos más populares de YouTube en marzo y abril, desinformaban sobre Gates, alcanzando hasta 5 millones de visitas.
Además de esto, Roger Stone, un exasesor de Donald Trump declaró en un programa de radio que “el tema de que Bill Gates está relacionado en la creación y propagación de este virus es tema abierto a un amplio debate. Tengo amigos conservadores que dicen que es ridículo y otros dicen es muy probable”, ya que “Gates, y otros globalistas, están utilizando el virus para promover vacunas obligatorias y la implantación de microchips”.
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Sea cual sea el origen de esta nueva enfermedad, lo realmente importante es el cambio de paradigma (y también económico) que significará vivir en un mundo post-pandemia, acostumbrado por meses a no interactuar humanamente por temor al contagio, llenándose de ciudadanos que tienen mucho más tiempo para encontrarse en sus propios pensamientos y, en algunos casos, concientizandose y cuestionándose sobre las cosas a las que estaban acostumbrados en la “vieja normalidad”. Más allá de todas las teorías sobre su origen, la “nueva normalidad” es en lo que debemos enfocarnos como humanidad.