EFE.- Suena la música, las niñas se colocan frente al espejo y la profesora les hace la pregunta de rigor: ¿Hacia donde miran las bailarinas? Hacia las estrellas, responden. Son ciegas y no han visto el cielo, pero saben que para llegar lejos tienen que erguir la cabeza y “mirar con los ojos del corazón”.
Eso les repite constantemente su profesora, quien perdió la visión con nueve años. Geysa Pereira baila desde entonces y hoy enseña a niñas en su misma situación a “realizar sus sueños” en la Asociación Fernanda Bianchini, la única compañía profesional de ballet para ciegos del mundo, situada en Sao Paulo.
Geysa, de 31 años, se arrodilla y con suavidad corrige la posición de los pies de las pequeñas. Les explica los pasos con voz suave, se tumba en el suelo y les pide que toquen sus piernas para que identifiquen la postura que deben colocar a la hora de realizar los movimientos.
Es la metodología que aprendió con Bianchini, una profesora de ballet que desde hace dos décadas enseña de manera voluntaria a personas con deficiencia visual a bailar, a ganar confianza y autoestima.
“Aquí dentro ellas olvidan los problemas que enfrenten fuera. Ganan autonomía, autoconfianza y determinación para no desistir nunca ante un problema en su vida. Tengo tres hijos y esta es la mayor herencia que les quiero dejar: ayudar al prójimo y construir una vida mejor”, cuenta Bianchini.
El desafío de enseñar a personas invidentes se le planteó cuando tenía 15 años y una monja le preguntó si sería capaz de impartir clases de ballet a algunos de los niños del Instituto de Cegos Padre Chico, del que era voluntaria junto a sus padres.