Ahymara Espinoza es una atleta venezolana especializada en lanzamiento de bala. La barloventeña contó a la agencia AFP que “hace magia” para poder mantener vivo su sueño de ir a los Juegos Olímpicos de Tokio.
“Uno siente que da y da y da (…), a veces me provoca colgar los guantes, pero también veo la otra parte, estás a punto (de clasificar a los Juegos Olímpicos), tienes que seguir, hay una oportunidad, hay una luz al final del túnel, y yo misma me doy ánimo” contó la lanzadora de bala.
Espinoza entrena en el viejo parque de béisbol de San José de Barlovento, donde hace su rutina de entrenamiento completamente sola.
“Me toca ser entrenadora, ser gestora, ser planificadora, ser utilera, ser psicóloga (…), pero aquí estoy”, dice Espinoza, quien estuvo en Rio-2016 y acaricia el cupo en Tokio-2020.
El sueño olímpico puede más que la crisis
Espinoza está a 35 centímetros de la ‘marca A’ para Tokio (18.50 metros), pero se ubica en zona de clasificación en el ranking mundial, ocupando el puest 26.
La mirandina trabajó siete meses en Eslovenia el año pasado con quien ha sido su compañera de entrenamientos desde la adolescencia, Rosa Rodríguez, lanzadora de martillo que ya garantizó su cupo en Tokio-2020.
Alli fue acogida y entrenada por el esloveno Vladimir Kevo, a quien conocieron en 2012 en mejores momentos económicos para el deporte venezolano.
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Espinoza regresó en septiembre por problemas de salud de su madre: “Mi mamá es una señora mayor, enfermiza y está bajo mi responsabilidad”.
Practica desde entonces en el mismo estadio donde comenzó en el deporte cuando era una niña de 11 años, en un pueblo azotado por la pobreza y por bandas criminales.
“Me ha tocado hacer magia”, cuenta Espinoza, quien vive de una beca deportiva y un sueldo como profesora de educación física.
