Sayed Sadaat se vio obligado a cambiar los trajes por un uniforme de color naranja, un morral y una bicicleta. El afgano llegó a Leipzig, Alemania, meses antes de la caída de Kabul frente a los talibanes.
Entre 2016 y 2018, Sadaat fue el titular del ministerio de comunicaciones del país asiático.
El hombre de 50 años dejó el puesto porque estaba harto de la corrupción dentro del gobierno y encontró trabajo como consultor en el sector de las telecomunicaciones, explica. En 2020, la seguridad empezó a deteriorarse y es cuando “decidí marchar”, dice Sadaat.
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“No hay que tener vergüenza, es un trabajo como cualquier otro”, explica a la agencia AFP, “Si hay empleo, es que hay cierta demanda y que alguien debe encargarse de satisfacerla”.
Los afganos son el segundo grupo más numeroso de migrantes en Alemania detrás de los sirios, con unas 210.000 demandas de asilo presentadas desde 2015.
